Qué estúpido se vuelve el ser humano cuando aprende (se acostumbra) a esperar. Esperar su canción favorita en la radio, aquella que nunca llegaría a sonar. Esperar a que pase ese tren que te lleve a la dirección que quieras sin saber en realidad adónde quieres llegar. Esperar a que pase el 31 de diciembre para cambiar. Y lo que es peor, esperar a que alguien cambie.